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miércoles, 7 de octubre de 2009

Una Visión Desde La Danza Escénica

Una Visión Desde La Danza Escénica
La danza académica-escénica ha pasado por procesos elitizantes desde su incursión en Sudamérica. Así muchas veces se ha mantenido esquiva a las preocupaciones individuales y colectivas del hombre sudamericano. La dificultad mayor ha sido su carácter discriminante segregante y de enajenación frente a nuestra realidad con los que se a establecido en Sudamérica. Así el aspecto critico y cuestionador del arte por antonomasia ha pasado a un plano reducido.
Mientras en el resto del mundo las reivindicaciones sociales, económicas y culturales han servido de impulso a propuestas artísticas de riesgo. En Sudamérica la danza contemporánea se ha aliado como un icono más de modernidad en los grupos de poder económico* de nuestro medio. Siendo escasos los creadores que han decidido alimentar con su oficio, el establecimiento de los derechos humanos, económicos y culturales. Y a la permanente observación de las fracturas y asimétricas étnicas, de genero, económicas y socio culturales. Coadyuvando a la reflexión y construcción de una sociedad incluyente. Cuestionando el rol mediático e institucional de los antidemocráticos métodos internos y planteando una mirada critica a la historia y el presente.
El acceso a la danza contemporánea esta reservado a un pequeño grupo; por el tipo de estética que promueve, por los espacios en que se presenta y por los conceptos de producción cultural que los sostienen. Casi todos sus espacios de creación y difusión se dan desde una esfera de poder, arbitraria y vertical. Como una carrera permanente para ganar más recursos y encapsular a sus intérpretes en realidades irreales para las mayorías. Así la cultura popular y emergente es excluida frente a las artes contemporáneas y experimentales. El acceso a estas manifestaciones artísticas les es vedado por una sutil pero clara segregación.

Desde la danza nuestro cuerpo es modelado en la práctica cotidiana, para repetir modos y usos no acordes con nuestra realidad y pasado social, histórico y antropológico, llegando incluso a la negación de nuestros rasgos Étno-genéticos. Jugando a ser la putilla aristocrática e inalcanzable, nuestro cuerpo es convertido y usado como arma de poder y objeto de todos los beneficios sociales, y económicos. Por eso escribir la historia con nuestro cuerpo. A veces resultan actos fallidos pues los nuevos pasos parecen repetir los viejos movimientos aprendidos secularmente. Es como si nuestros pasos sintiesen seguridad en las patriarcales, machistas y fascistoides formas de socialización de nuestro cuerpo. Encapsulando nuestro oficio en tiempos de cortesanos y no de renovación y evolución constante.

Todo cambio exige nuestro esfuerzo y disciplina. Un austero ejercicio de cambio se nos impone. Las trasformaciones sociales, económicos, culturales y políticos se dan lentamente. En forma constante o brusca. Nuestra esperanza que otra sociedad es posible debería pasar a los movimientos de nuestro cuerpo. La tolerancia es un ejercicio cotidiano como los otros niveles de la vida humana. "La esperanza echa acción y no-pasividad, debería pasar a nuestro cuerpo aunque de forma lenta y no perfectas siendo concientes de que nuestro progreso no sé dará siempre de forma ascendente. La historia de nuestro cuerpo tiene altos y bajos avances retrocesos. Lo vital es recibir esa condición frágil de nuestra existencia y apostar una sociedad nueva justa y solidaria haciendo de la acción una práctica cotidiana.

* En el pasado reciente, muchas damas "dizque" reputadas de la comunidad danzistica guardaron un silencio tácito sobre los actos de corrupción. El silencio tácito pretendía ocultar ante las evidencias sus vínculos sociales, ideológicos, económicos y los beneficios construidos bajo la cómplice mirada de la mafia. Así se establecía un "no se, no opino" que virtualmente estaba del lado de la corrupción. En esas circunstancias era oportuno encerrarse en la ascética clase de yoga para negar la realidad.

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