La Noción de Género y El cuerpo Tecno Político
La noción de género fue usado por primera vez en 1947 por John Money. Para hablar de la
posibilidad de modificar hormonal y
quirúrgicamente el sexo de los bebes
nacidos con órganos genitales y
cromosomas, Que el poder medico con
criterios visuales y discursivos que arrastraba desde la rigidez del siglo XIX, no podía clasificar como masculino o femenino.
Por tanto Money
utiliza la noción de género para
nombrar el “sexo sicológico”, dando por
sentado que la tecnología podía modificar el cuerpo, y acentuar el ideal regularizador
y normalizador de la sexualidad pre existente.
Prolongación del dispositivo de poder disciplinario post concilio
de Trento, recogido siglos más tarde por la proto-
Psiquiatría. Con la noción de género, se
repite la normalización de la
sexualidad y los modelos de: “cómo debe
ser el cuerpo humano femenino o masculino”. Modelos que continúan siendo
perpetuados consiente e inconscientemente
hasta nuestros días.
Si en el modelo hegemónico
decimonónico, el sexo era natural,
definitivo, intransferible y trascendental. Durante la segunda guerra mundial aparece la noción de género como un instrumento
mas de la tecno política, acompañada de las muñecas inflables, comida enlatada,
la energía nuclear, las sillas plásticas, la televisión, la cama inflable, el
satélite artificial. Para demostrar desde la noción de género que el sexo y la
sexualidad puede ser transferido, imitado, producido y reproducido gracias a la ciencia y la tecnología.
He querido empezar con estas
premisas con base histórica
para echar por tierra la posición de Young Mi. Que afirmo
en el Diplomado de Política e Interculturalidad - Taller de Generó Y
Exclusión, organizado por la Universidad Ruiz de Montoya en Puno. Que el género es un concepto social cultural que se divide en masculino y femenino, suma
del esencialismo biologicista y el
determinismo de la construcción cultural.
No, la noción de género
no empieza con la diferencia de
masculino y femenino. Sino para afirmar
que el sexo sicológico se puede construir
con ayuda de la ciencia y la tecnología, mediante métodos quirúrgicos (Money) o suministrando testosterona o estrógenos. Por tanto, el género
es el primer espacio valido de
enunciación y acción para los sujetos
políticos de la diversidad sexual. No se puede anunciar, que el género no tiene nada que ver con la
transexualidad, homosexualidad y otros sustratos del ejercicio de la sexualidad.
Si avanzamos y clasificamos para determinar
el género a partir del cuerpo
social políticamente construido y asignamos a ese cuerpo “el género “de lo que
es masculino o femenino, según criterios
esencialistas y biologicistas, Caemos en
un error. ¿Por qué? Porque ni los criterios
visuales del poder medico, que
rigen la asignación de sexo en el nacimiento.
Ni los criterios psicológicos que hacen que alguien se considere interiormente
como masculino o femenino tienen realidad material. Pues ambos son ideales hegemónicos
construidos históricamente, regulados, normalizados y sojuzgados, para responder a la
estructuración política, interiorizados y reforzados continuamente en la bio subjetividad individual como un
soporte somático. Por tanto, los
estatutos tecno políticos de género (bio
o trans). Son también técnicamente producidos
como resultantes de la alienación y enajenación tecno política y hegemónica.
Es a partir de la noción de género que dos modelos metafísicos irreconciliables, se evidencia de
manera más clara para ponerse en marcha.
Por un lado los criterios y dispositivos
disciplinarios normalizadores del poder medico con la asignación visual de sexo y por el otro los criterios de reasignación de sexo en los casos de transexualidad. Los criterios
visuales y los dispositivos disciplinarios normalizadores de asignación de
sexo, que deciden si un sexo es masculinos o femeninos en el momento del
nacimiento o anterior a este (ecografía). Dependerá de la valoración visual del
poder medico que se pretende científica cuando en realidad es empírica, donde los signos visuales externos de:
cromosomas, talla de los genitales, etc. Se validan como verdades univocas y científicas. Una
ontología oscopica que afirma que lo real es lo visible.
Sin embargo perspectiva hermenéutica o una ontología
inmaterial, afirma que el sentimiento interior del ser masculino o femenino,
pertenece a un modelo de lo radicalmente
invisible, no representable. Donde lo real no se ofrece fácilmente a el sentido
visual, por tanto hablamos del sexo verdadero, “el sexo sicológico”, aquel que
escapa a la descodificación puramente sensible a la visualidad.
Entonces pasemos preguntarnos ¿que es aquello que conduce al
sujeto individual a afirmarse como masculino
o femenino? ¿Cómo se afirma su decisión identitaria homosexual, heterosexual, bisexual o
transexual? ¿Son las estéticas hegemónicas del género tecno político o los
códigos del cuerpo sojuzgado post
concilio de Trento? ¿Serán los estatutos
médicos de reconocimiento visual los que
deciden, o la invisible convicción y auto
percepción sicológica?
También valdría la pena preguntarse desde la teoría de
género: ¿que signo, significado y significante es “ser masculino o femenino
biológico”? Las respuestas podrían variar entonces. ¿Serán masculino o femenino
biológico, aquellos que conservan el género
que les fue asignado por el reconocimiento visual del poder medico al momento del
nacimiento y desde la normatividad hegemónica? ¿O aquellos que apelaran a medios legales , quirúrgicos para
modificar o reafirmar esa asignación? Estos cuestionamientos van más allá de quienes deciden cambiar de sexo, sino también
para quienes mediante la plastia, la
ortopedia o la alteración hormonal optan por el agrandamiento de pene, pectorales,
piernas etc. etc. Machos o femeninos tecnológicamente producidos.
Es decir en la sociedad contemporánea la noción de género
masculino, femenino, homo, bisex o trans. También se construyen o pueden
construirse gracias a un conjunto de tecnologías
de normalización, domesticación, sojuzgamiento o rebeldía hegemónica. La
certeza de ser de un sexo u otro termina
siendo una ficción somática y tecno
política. El género desde su nacimiento con la revolución tecnológica, es un programa operativo que produce percepciones sensoriales formando efectos, deseos, acciones,
creencias, praxis e identidades en el
conjunto de manifestaciones del ejercicio de nuestra sexualidad. Teniendo como
resultado la producción tecno política
de un discurso sobre nuestro
saber interior y sobre nosotros mismos. Un auto percepción tecno políticamente
construido.
Entonces el sentido del “yo sexual”, aparece
como una realidad emocional evidente
a la conciencia: soy hombre, soy macho, soy hembra, soy bisex, soy homo,
soy trans. Como saberes específicos e inamovibles, sobre uno mismo. Reducidos a
sujetos bio tecno políticos y simbólicos
que reproducen en la praxis discursos hegemónicos.
Convertidos en sujetos bio tecno
políticamente, equipados por los estímulos
y las hormonas (testosterona, serotonina, cortisona, estrógenos, oxitócica etc.)
que nos proporciona el mercado. Es decir
sujeto tecno sexualmente producidos para sexuar, reproducirnos, o controlar la
posibilidad de la reproducción.
Entonces reiteradamente volvemos a la noción de género, que “no nace” o se
reafirma en los discursos feministas de
los años 60, sobre las relaciones interpersonales de poder macho -hembra. Más
bien se emerge y posiciona en plena
guerra mundial en los laboratorios que buscan reafirmar los ideales bio
políticos de la hegemonía sobre: “lo que es
y lo que debe ser y como debe ser “ lo masculino y lo femenino. Ideales que no se reafirman en estado puro, sino como resultante de un poder medico hegemónico, tecno hegemónico,
siquiátrico hegemónico, social hegemónico, político hegemónico para
producir un nuevo dispositivo disciplinario,
un nuevo cuerpo sojuzgado. Producto de un
tecno sistema sexual, del
novedoso parque de atracciones bio capitalista. Con el origen de la noción
genero se “ampaya” el discurso de médico,
supuestamente esencialista y
biologicista. Para dejar al descubierto sus orígenes arbitrarios, su carácter
constructivista de un cuerpo tecno-
vivo-segmentado y territorializado por diferentes modelos políticos.
Así llegamos a un territorio de discursos reduccionistas del
genero a masculino femenino como
concepto socio cultural que reafirma la
normatividad hegemónica hetero sexual y
hetero normativa. También al concepto de
género en el seno de una sociedad regida
por las relaciones de producción y de intercambio del trabajo sexual,
del trabajo de gestación, del trabajo de crianza y cuidado de los cuerpos, al
trabajo no remunerado y al trabajo domestico.
Este reduccionismo de género hetero sexista de masculino
femenino, que dice que la comida no es igual cuando lo cocina la madre, y que la construcción del carácter “la contención y
la socialización” depende de la mirada materna. Olvida que el cuerpo y la afectividad son producidos por la inducción, deducción, represión, y coerción y repetición performatica
de una normatividad semiótica,
política, lingüística y corporal regulada
e impuesta por convenciones culturales y frente a un público, como construcción de carácter colectivo.
Asegurando la complicidad con el modelo hegemónico represivo -
dominante y re-significado en un cuerpo,
suficientemente dócil para poner su capacidad total y abstracta al servicio
del modelo hegemónico y tecno -bio capitalista.
Así terminamos construyendo cuerpos de “genero femeninos” afincados
o reducidos a las labores domesticas. La construcción cultural que el trabajo
domestico constituye el lugar natural de
las mujeres (por extensión también el trabajo de maricas, afeminados, desviados
y todo lo contrario a lo masculino hegemónico), por su relación cercana a la reproducción biológica. Estableciendo límites
y asignándole roles identitarios y socialmente construidos
rígidamente. Por tanto el trabajo domestico se concibe como “no trabajo”, pues
se les despoja ideológicamente de su
contenido forzoso y de reproducción social. El discurso del masculino hegemónico
hetero sexista y el reduccionismo de género a masculino y femenino, van de la
mano en los ideales de identidad y
ciudadanía que solo favorece a l
discurso tecno -bio -capitalista. El
cuerpo desde el reduccionismo de género a masculino y femenino termina siendo el reducto que perpetúa
la estructura social, económica e ideológica, y va acompañada por la reproducción de valores, desvalores,
costumbres, rebeldías hábitos y sobre todo
ideologías hegemónicas.
Otro aspecto que contradice al discurso del
reduccionismo de género a masculino
femenino, es que la sexualidad de los seres humanos se va construyendo mediante
pautas sociales, culturales,
económicas, mediáticas y cada vez más
alejadas de la reproducción. Pues hoy en día el ejercicio de la sexualidad no tiene como
fin a la reproducción sino principalmente la recreación y la vinculación
afectiva. El reduccionismo de género acompaña
en el discurso al reduccionismo laboral,
que conduce por la filiación de género a travestis maricas y
transexuales a labores de peluqueros, putos, cocineros y toda la amalgama de labores domesticas. Necesarios en tanto
satisfaga el mercado hetero sexista. Despojándolos de cualquier visible discurso político laboral. Condenados
a producir y reproducir por repetición el discurso somático - político hegemónico
sobre el ejercicio de su sexualidad.
Entonces deberíamos preguntarnos con el rigor académico que
corresponde ¿que se pretende con el discurso reduccionista de género a masculino
femenino? Porque se olvida el origen de la noción de género? ¿Por qué afirmar
que al transexualidad es otra cosa
distinta la generó? ¿Qué modelo de hegemonía se pretende perpetuar cuando se afirma que la comida de mama no es
igual a la de a empleada?
Los vínculos confesionales
y las limitaciones culturales
siempre serán un tropiezo para la labor académica,
para el rigor científico y para la
construcción de una sociedad y una educación crítica y liberadora.
Beatriz Preciado y Michel Focault.
Jesús Alegría
Argomedo
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Jesus Alegria