Alberto
Quintanilla - Trez Discrepanciaz
La construcción hegemónica del artista como icono social y del objeto estético como objeto sacro – unicom, es una construcción ideológica que surge en el siglo XVI. Hasta antes de ese periodo “el artista“, era un sujeto social no reconocido conscientemente como productor de poder o conocimiento, aunque sí de aplicación de determinadas tecnologías. Su oficio era concebido como el oficio de un albañil o de un orfebre, no reconocido como productor de discurso ideológico. Su producción eran objetos profanos al alcance de todos. Por eso muchos renunciaban a la visibilidad y trabajaban al mando de un jefe de taller o maestro. Años más tarde dicho maestro empezaría a firmar los lienzos, cuadros, o pinturas, apareciendo así el objeto unicum y sacro con la intervención del poder aristocrático, la iglesia como principal mercado y referencia ideologica inmediata.
Seguidamente aparece también la figura del mecenas, la acumulación del conocimiento y los signos intermediarios del poder fáctico y simbólico. Entrando el arte de manera más evidente en las tensiones de las relaciones de poder y la diferenciación de arte y artesanía como discurso ideológico, social, económico y espacial de la hegemonía y el poder político. Así también, surge el artista como icono social, un sujeto privilegiado al que le llega la inspiración como un regalo de los dioses. El mecenas es el rico que tiene el don de apreciar la exquisita belleza o la sensibilidad para apreciar la obra artística, el objeto estetico. Mientras deja caer migajas de pan que los pobres recogen con desesperación. El arte se torna en objeto mercantil y poder hegemónico al alcance de unos pocos “los escogidos”. También surge, de manera más evidente la afirmación de la pintura de caballete, el retrato aristocrático y la figuración como formato validado unicum y sacro que se exhibe en el espacio privado, el poder político y económico. El artista renuncia así a su condición de obrero, a los murales y los grandes frescos en el espacio público raptado en el espacio clerical y el poder hegemonico. Es la consolidación del estado absolutista y monárquico, la consolidación de las ideas políticas post concilio de Trento, el sojuzgamiento del cuerpo en el espacio público, la normalización de la sexualidad y la inquisición.
Mientras al otro lado del mundo el creador - artista es un sujeto colectivo, no hay firmas de por medio y el objeto artístico es reducido a artesanía. En occidente evoluciona y se afirma más la diferenciación, el aggiornamiento y el stablisment como la única forma de validar el objeto estético y el artista. Por eso es que en determinados momentos los creadores se auto perciben como presos de la hegemonía y el poder fáctico y la praxis política e intentan renunciar a esas construcciones ideológicas y discursivas construyendo la contra -hegemonía. Apartándose de la construcción hegemónica del artista como signo - sujeto individual y su producción estética como única y el mismo como vaca sagrada, el tótem viviente al que se le rinde pleitesía. Así aparecen los esfuerzos del muralismo por devolver el objeto artístico al espacio público, la renuncia a la temática del retrato aristocrático, la vuelta a los talleres colectivos, el grabado de la serie de reproducción ilimitada, el graffiti, las creaciones colectivas, la renuncia al agiornamiento y el discurso del artista iluminado imprescindible y único. Más recientemente la performance que se expresa en el espacio público e intenta construirse en la interacción colectiva y validarse como gesto político.
Por eso lamento que el
maestro Quintanilla, quien ha politizado sus relaciones interpersonales frente a
los “pitucos”, su identidad chola y la precariedad económica y
existencial de la producción artística se mantenga en la construcción
discursiva de la pintura de caballete y la escultura del espacio
privado, como objeto económico suntuario al alcance de los
herederos de los gamonales y los explota indios, que lucen sus
cuadros como el tótem suntuario al alcance de unos pocos. Reconozco
también que la añeja y decadente aristocracia centralista "los pitucos" tienen un
retorcido interés en validar a sus propios artistas y sus propios
discursos del poder y su praxis política. Pero eso no invalida esta primera
discrepancia.
Frente a la figuración, no figuración y el arte conceptual. Pregunto ¿no existe una conceptualización al hacer el escorzo? ¿No es la historia del arte una batalla conceptual, desde la figuración del arte egipcia al dominio del escorzo y la profundidad? No es acaso resultado de una praxis conceptual. Entiendo su recelo y resentimiento que se explica por su experiencia de vida, pero no acepto esa mirada de subestima a las expresiones contemporáneas. Es como pretender ningunear la emoción o miedo que pueda despertar en cualquier ser humano una mirada al cielo plagado de no figuración o la sensación que despierta en la psiquis un paisaje de formaciones rocosas. Porque negar o pretender que los discursos populares siempre serán simplistas y de vacíos metafísicos o conceptuales. La memoria colectiva y genética nos ha dado grandes lecciones de conceptualización. Los pensamientos atávicos son una constante en la memoria colectiva, que nos recuerda la capacidad conceptual de crear y recrear la realidad y de encontrar nuevas formas de decir grandes verdades. No es el resultado de una conceptualización los mitos, las leyendas populares y el lanzón monolítico Chavin.
Porque
tendríamos que limitarnos a la figuración en un momento de vasta
producción científica, como resultado de diversas conquistas del conocimiento y
de avances tecnológicos esforzados. También de los esfuerzos conceptúales
por descubrir o “ampáyar” la hegemonía o las construcciones
ideológicas-estéticas dominantes.
Reconozco que existe un arte conceptual o abstracción que son un helado derretido. Pero decir que todo el arte abstracto es malo, es tan maniqueo y equivocado como decir que todos los pintores figurativos son buenos. Pues son posiciones y discursos simplistas construidos por la hegemonía político confesional de la iglesia católica de ricos malos, pobres buenos. Que se ha opuesto con el maniqueísmo a la dialéctica, una negación constante y permanente de las contradicciones de las expresiones ideológicas. En el arte conceptual, como la figuración existe producción buena y mala. Por eso, mi segunda discrepancia.
Mi opción en torno la performance es el cuerpo politizado, la autogestión cultural contra- hegemónica y el activismo artístico desde el espacio público como respuesta a la normatividad cosificada, alienante y enajenante. Que enmascara constantemente a la hegemonía que se pretende universal, homogénea y única en la praxis y los discursos simbólicos y facticos del poder político. Por eso mis referencias a “La Ribot”, apareciendo desnuda en un aeropuerto cubierta con las cintas de seguridad con códigos de barras que pone en las maletas de los aeropuertos. Para referirse a la globalización en instantes que se agudizaban los conflictos étnicos en Europa del este, los ataques en oriente medio y las guerras tribales en el África meridional. O la performance de Lorena Wolffer, artista chicana señalando en su cuerpo las escoriaciones y cortes punzo cortantes que habían sufrido los cadáveres de las mujeres asesinadas por feminicidio en ciudad Juárez. O aquella, de un artista punk en el Jirón Colmena - Lima, que había cubierto su cabeza con el cascaron de una TV, y caminaba con movimientos robóticos en una calle llena de putas, maricones y ambulantes nocturnos. Para corporizar el poder de los mas media y su resultante enajenante, deshumanizante y mercantil. Por eso lamento que el maestro Quintanilla use referencias tan malas y mediocres en torno a la performance y la describa inocuas, vacuas y de un humor pueril y antojadizo.
La performance como
agitación cultural, como negación del objeto estético sacro, para convertirse
en una acción cotidiana, signo profano, interactivo, no rígido y en el espacio
público como un gran fresco social. Es también el rompimiento del lenguaje
puro respondiendo a la cosificación y alineación tecnológica y la pasividad
político educativo. La performance como interdisciplinariedad que
adquiere valor por su significación. Una denuncia del objeto estético, el tótem
suntuario desvirtuado de su origen por la injerencia del mercado.
Pues el objeto icónico artístico hegemónico, no vale solo por su
existencia sino por el poder que lo valida. Por eso conmociona su ultraje o
destrucción. El tumi de oro
en los 80s fundido o el daño a la
arquitectura prehispánico pone en evidencia su origen y el poder
político que lo resguarda o repudia.
En el caso de la Cruz de Motupe partida en tres por alguno de sus custodios para renegar de su fe y apropiarse de su riqueza. La destrucción de este icono es también la destrucción de su discurso y el poder político que lo resguarda, por eso el esfuerzo económico inmediato por repararlo y reponer su prestancia y signo suntuario, unicum y sacro. Que contrasta con la miseria material y mental del contexto que le rodea o con otros restos históricos que no reciben similar soporte económico para recuperarlo. La Cruz de Motupe y el Cristo del Pacifico reciben ingentes recursos económicos, mientras en los hospitales la gente se muere por qué no hay presupuesto para los medicamentos. Alli se cae la máscara y se ampaya el discurso hegemónico, excluyente y discriminante implícito y explicito en ese tipo de objetos estéticos, en similar situación, están también los formatos validados por el poder hegemónico. La performance exige una lectura implícita y explicita, pues no es el cuerpo - la materia, la que encierra el discurso, sino el cuerpo – la materia es el discurso mismo, su supervivencia y desaparición expresan tambien su fragilidad existencial. Un discurso que se plantea como texto y subtexto en tensión dialéctica constante, por su construcción conceptual consiente inconsciente e intuitiva al mismo tiempo. Es también aun respuesta dialéctica a los lenguajes estéticos culturales puros.
La construcción hegemónica del artista como icono social y del objeto estético como objeto sacro – unicom, es una construcción ideológica que surge en el siglo XVI. Hasta antes de ese periodo “el artista“, era un sujeto social no reconocido conscientemente como productor de poder o conocimiento, aunque sí de aplicación de determinadas tecnologías. Su oficio era concebido como el oficio de un albañil o de un orfebre, no reconocido como productor de discurso ideológico. Su producción eran objetos profanos al alcance de todos. Por eso muchos renunciaban a la visibilidad y trabajaban al mando de un jefe de taller o maestro. Años más tarde dicho maestro empezaría a firmar los lienzos, cuadros, o pinturas, apareciendo así el objeto unicum y sacro con la intervención del poder aristocrático, la iglesia como principal mercado y referencia ideologica inmediata.
Seguidamente aparece también la figura del mecenas, la acumulación del conocimiento y los signos intermediarios del poder fáctico y simbólico. Entrando el arte de manera más evidente en las tensiones de las relaciones de poder y la diferenciación de arte y artesanía como discurso ideológico, social, económico y espacial de la hegemonía y el poder político. Así también, surge el artista como icono social, un sujeto privilegiado al que le llega la inspiración como un regalo de los dioses. El mecenas es el rico que tiene el don de apreciar la exquisita belleza o la sensibilidad para apreciar la obra artística, el objeto estetico. Mientras deja caer migajas de pan que los pobres recogen con desesperación. El arte se torna en objeto mercantil y poder hegemónico al alcance de unos pocos “los escogidos”. También surge, de manera más evidente la afirmación de la pintura de caballete, el retrato aristocrático y la figuración como formato validado unicum y sacro que se exhibe en el espacio privado, el poder político y económico. El artista renuncia así a su condición de obrero, a los murales y los grandes frescos en el espacio público raptado en el espacio clerical y el poder hegemonico. Es la consolidación del estado absolutista y monárquico, la consolidación de las ideas políticas post concilio de Trento, el sojuzgamiento del cuerpo en el espacio público, la normalización de la sexualidad y la inquisición.
Mientras al otro lado del mundo el creador - artista es un sujeto colectivo, no hay firmas de por medio y el objeto artístico es reducido a artesanía. En occidente evoluciona y se afirma más la diferenciación, el aggiornamiento y el stablisment como la única forma de validar el objeto estético y el artista. Por eso es que en determinados momentos los creadores se auto perciben como presos de la hegemonía y el poder fáctico y la praxis política e intentan renunciar a esas construcciones ideológicas y discursivas construyendo la contra -hegemonía. Apartándose de la construcción hegemónica del artista como signo - sujeto individual y su producción estética como única y el mismo como vaca sagrada, el tótem viviente al que se le rinde pleitesía. Así aparecen los esfuerzos del muralismo por devolver el objeto artístico al espacio público, la renuncia a la temática del retrato aristocrático, la vuelta a los talleres colectivos, el grabado de la serie de reproducción ilimitada, el graffiti, las creaciones colectivas, la renuncia al agiornamiento y el discurso del artista iluminado imprescindible y único. Más recientemente la performance que se expresa en el espacio público e intenta construirse en la interacción colectiva y validarse como gesto político.
Frente a la figuración, no figuración y el arte conceptual. Pregunto ¿no existe una conceptualización al hacer el escorzo? ¿No es la historia del arte una batalla conceptual, desde la figuración del arte egipcia al dominio del escorzo y la profundidad? No es acaso resultado de una praxis conceptual. Entiendo su recelo y resentimiento que se explica por su experiencia de vida, pero no acepto esa mirada de subestima a las expresiones contemporáneas. Es como pretender ningunear la emoción o miedo que pueda despertar en cualquier ser humano una mirada al cielo plagado de no figuración o la sensación que despierta en la psiquis un paisaje de formaciones rocosas. Porque negar o pretender que los discursos populares siempre serán simplistas y de vacíos metafísicos o conceptuales. La memoria colectiva y genética nos ha dado grandes lecciones de conceptualización. Los pensamientos atávicos son una constante en la memoria colectiva, que nos recuerda la capacidad conceptual de crear y recrear la realidad y de encontrar nuevas formas de decir grandes verdades. No es el resultado de una conceptualización los mitos, las leyendas populares y el lanzón monolítico Chavin.
Reconozco que existe un arte conceptual o abstracción que son un helado derretido. Pero decir que todo el arte abstracto es malo, es tan maniqueo y equivocado como decir que todos los pintores figurativos son buenos. Pues son posiciones y discursos simplistas construidos por la hegemonía político confesional de la iglesia católica de ricos malos, pobres buenos. Que se ha opuesto con el maniqueísmo a la dialéctica, una negación constante y permanente de las contradicciones de las expresiones ideológicas. En el arte conceptual, como la figuración existe producción buena y mala. Por eso, mi segunda discrepancia.
Mi opción en torno la performance es el cuerpo politizado, la autogestión cultural contra- hegemónica y el activismo artístico desde el espacio público como respuesta a la normatividad cosificada, alienante y enajenante. Que enmascara constantemente a la hegemonía que se pretende universal, homogénea y única en la praxis y los discursos simbólicos y facticos del poder político. Por eso mis referencias a “La Ribot”, apareciendo desnuda en un aeropuerto cubierta con las cintas de seguridad con códigos de barras que pone en las maletas de los aeropuertos. Para referirse a la globalización en instantes que se agudizaban los conflictos étnicos en Europa del este, los ataques en oriente medio y las guerras tribales en el África meridional. O la performance de Lorena Wolffer, artista chicana señalando en su cuerpo las escoriaciones y cortes punzo cortantes que habían sufrido los cadáveres de las mujeres asesinadas por feminicidio en ciudad Juárez. O aquella, de un artista punk en el Jirón Colmena - Lima, que había cubierto su cabeza con el cascaron de una TV, y caminaba con movimientos robóticos en una calle llena de putas, maricones y ambulantes nocturnos. Para corporizar el poder de los mas media y su resultante enajenante, deshumanizante y mercantil. Por eso lamento que el maestro Quintanilla use referencias tan malas y mediocres en torno a la performance y la describa inocuas, vacuas y de un humor pueril y antojadizo.
En el caso de la Cruz de Motupe partida en tres por alguno de sus custodios para renegar de su fe y apropiarse de su riqueza. La destrucción de este icono es también la destrucción de su discurso y el poder político que lo resguarda, por eso el esfuerzo económico inmediato por repararlo y reponer su prestancia y signo suntuario, unicum y sacro. Que contrasta con la miseria material y mental del contexto que le rodea o con otros restos históricos que no reciben similar soporte económico para recuperarlo. La Cruz de Motupe y el Cristo del Pacifico reciben ingentes recursos económicos, mientras en los hospitales la gente se muere por qué no hay presupuesto para los medicamentos. Alli se cae la máscara y se ampaya el discurso hegemónico, excluyente y discriminante implícito y explicito en ese tipo de objetos estéticos, en similar situación, están también los formatos validados por el poder hegemónico. La performance exige una lectura implícita y explicita, pues no es el cuerpo - la materia, la que encierra el discurso, sino el cuerpo – la materia es el discurso mismo, su supervivencia y desaparición expresan tambien su fragilidad existencial. Un discurso que se plantea como texto y subtexto en tensión dialéctica constante, por su construcción conceptual consiente inconsciente e intuitiva al mismo tiempo. Es también aun respuesta dialéctica a los lenguajes estéticos culturales puros.
Reconozco que existe una performance que busca la reflexión y una expresión liberadora y contestataria al corsé hegemónico. Y otra que es la expresión de la vanidad, la frivolidad, la estupidez galopante y la apropiación del lenguaje como impostura. Pero no se puede validar o invalidar una tendencia expresiva por sus producciones fallidas, más bien considero mirarlas con mayor rigor y escrutinio. Pues toda expresión corpórea consciente o inconsciente evidencia su condición y situación política en su contexto- espacio -tiempo.
Por eso esta tercera discrepancia.
No pretendo decir que la producción estética del maestro Quintanilla en mala o pretender ni ningunear su esforzada y elogiosa trayectoria. Solo pretendo reflexionar en el espacio público-virtual, apartándome de la discusión frívola maniquea e individualista para acercarme a la polémica generadora de conocimiento dialéctico. Un cuestionamiento a su discurso verbo –gesto- espacial durante su fugaz paso por Puno.
Puno, Agosto del 2011
Jesús Alegría
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Jesus Alegria